25 febrero, 2010

Qué peligro son las palabras para los amantes del balbuceo. Y qué decir de los edificios, con sus puertas engañosas que no dejan ver ningún horizonte. Son algo a temer, los edificios, siempre llevan hacia adentro. Y en el inagotable interior cualquier balbuceante podría pasarse la vida fabricando micro-climas, todas las tecnologías están al alcance. Es el riesgo de nunca destruir, de creer en lo sólido como forma última y determinante. La gracia de la gracia, hablando, brota de los edificios construidos en la piel escamosa de una serpiente en movimiento. Es el habla como teatro del balbuceo, el uso de las palabras como orillas que van y vienen, mojando y dejando ver su kilométrica extensidad. Una tarea inmensa y poco grata, como el esbozo de cualquier paisaje, pero que implica ligereza y evita el peso que visten algunas palabras. Qué peligro son si no se las deja caer por su propio peso, si se las cuida.

2 comentarios:

c. dijo...

me gustó mucho este post.
"Y qué decir de los edificios, con sus puertas engañosas que no dejan ver ningún horizonte. Son algo a temer, los edificios, siempre llevan hacia adentro. Y en el inagotable interior cualquier balbuceante podría pasarse la vida fabricando micro-climas, todas las tecnologías están al alcance. "
me pareció muy verdadero.
un beso

c. dijo...

gracias por la recomendación, el resultado de youtube fue muy favorable.
creo que siempre tenemos el problema de la percepción.