14 febrero, 2010

Al intuir ese cosquilleo interno, que a lo lejos se parecía al acto de sacudir la cabeza con una toalla despues de ducharse, al intuirlo simplemente lo dejaba ir, lo mojaba y lo emblandecía hasta disolverlo en el paisaje matutino. Lo mismo hizo aquella mañana desde su ventana, ante una vista que parecía haber nacido hace 5 minutos y amenazaba con desaparecer al menor movimiento.

Al referirse a episodios como éste nunca quiso hablar de una sensibilidad especial, ni de revelaciones, nunca se esforzó por esclarecer nada. Sí dejó en claro que allí había algo que debía proteger, admitió temer la irrupción del timbre, o de algún camión. Luego se perdía hablando de expropiaciones del cuerpo, de la vista, del tacto, de espacios que ahora sabía suyos...

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