25 febrero, 2010

Qué peligro son las palabras para los amantes del balbuceo. Y qué decir de los edificios, con sus puertas engañosas que no dejan ver ningún horizonte. Son algo a temer, los edificios, siempre llevan hacia adentro. Y en el inagotable interior cualquier balbuceante podría pasarse la vida fabricando micro-climas, todas las tecnologías están al alcance. Es el riesgo de nunca destruir, de creer en lo sólido como forma última y determinante. La gracia de la gracia, hablando, brota de los edificios construidos en la piel escamosa de una serpiente en movimiento. Es el habla como teatro del balbuceo, el uso de las palabras como orillas que van y vienen, mojando y dejando ver su kilométrica extensidad. Una tarea inmensa y poco grata, como el esbozo de cualquier paisaje, pero que implica ligereza y evita el peso que visten algunas palabras. Qué peligro son si no se las deja caer por su propio peso, si se las cuida.

23 febrero, 2010

las ampollas y los dolores de cabeza
cavando ando bien fuerte, tierra
si ágil es la señora que hace las compras
entre los edificios fue los entre rodando
por qué las rodillas se quiebran, tierra
sobre caparazones de tortuga es lo gastado
y que saque cuenta el pintor de saldo, humito algo
revuelvan bien te en carambola el quien que pague
de allá ja al lado la casa espada del sueño, quedó
quemar fufg rugado todo lo ¡¡qué suerte!! simple sale
escalera de un piso paso a pasar humo humo  
quea berruga ruiseñor! chá i ní ní níní ní ní ní
cámara dería cama que reflexión
limpí limpito to o blanco, quisquilloso
te salivaste la mano, choque sé!

14 febrero, 2010

Al intuir ese cosquilleo interno, que a lo lejos se parecía al acto de sacudir la cabeza con una toalla despues de ducharse, al intuirlo simplemente lo dejaba ir, lo mojaba y lo emblandecía hasta disolverlo en el paisaje matutino. Lo mismo hizo aquella mañana desde su ventana, ante una vista que parecía haber nacido hace 5 minutos y amenazaba con desaparecer al menor movimiento.

Al referirse a episodios como éste nunca quiso hablar de una sensibilidad especial, ni de revelaciones, nunca se esforzó por esclarecer nada. Sí dejó en claro que allí había algo que debía proteger, admitió temer la irrupción del timbre, o de algún camión. Luego se perdía hablando de expropiaciones del cuerpo, de la vista, del tacto, de espacios que ahora sabía suyos...

06 febrero, 2010

Si todo es un gran nudo
es porque los nudos menores saben abrazarse.

Me iba a hacer preguntas sobre el límite
de los nudos, pensaba buscarlo
en el tamaño de la soga: me iba a preguntar
cómo medir una soga sin desatarla.
Pero no.