06 enero, 2011

me reconforta navegar sin mirar

lo que podría mirar: el halar del haber en su tiempo
del bolsillo tuyo

y alimentarme a ranas alegres, mínimas,

raciones deshabitantes del planeta que esperaban
contra el eco
de revólveres embarazados a barro
disparando las huellas:

corriticos cabizbajos de querer seguir
-mirar-
revolviendo
la taza un ratito más

la pregunta se va enfriando tras las aguas de una postal dormilona
cardumen de cuellos caídos donde la espuma cabecea

lesión en tu agua de arrugas de cara
son los hogares
para las mulas de carga

las mismas que nos transportan
cuando muertos de caminar
y aún cuarenta cuadras por arrastrar

lo abandonado de todo recuerdo que no involucre ampollas

brotando en la calle
en ésta
alguna ciudad
no es la que conocimos pero se parece al poster viejo ese
nunca conocimos ciudades fuera del cine

ni siluetas anubadas asándose
como ahora

llegamos al fin y te muestro la palma de mi mano
una verdadera fiesta rayada de caprichos y sudor mugroso
¿dónde mierda estaremos?
el mapa unos segundos te arraya la mandíbula
si no te hubieras dormido antes de que te mostrara la mano
y yo tarareo

el bolsillo estaba lleno de caramelos ácidos, me lo imagino nomás yo que no sé de quién era esa mochila, pero el manual dice convidar uno a cada quien que se te siente al lado

mirás para afuera pidiendo una mentira
arranco con la del tironeo entre cuello y ventana

"¡A fin de cuentas resulta un deber ancestral!
Ser la lagaña rebelde que recorre esa reserva de lugares
(camiones, musguitos, arcos de futbol, vagones)
recuerdos puros de cierto olvido, pilas de imágenes 
invertidas"

detrás de un vidrio solo, luego
todo el viaje se vuelve el habitat en el que la ciudad nos segrega hacia ella misma

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