09 octubre, 2009

...

- Si, se te nota en la cara, también en el cuerpo. Es como si cargaras con una piedra en la espalda.

- Más que piedra lo que llevo es un teatro, ya me di cuenta. Suelo ser una persona que pone las piedras sobre la mesa pero no termina de acostumbrarse a verlas. Y con el teatro así, se me impone a cada momento pero yo le escapo y lo único que consigo es jorobarme la espalda. A mitad de camino entre asimilarlo o rechazarlo voy de un lado para el otro, sin terminar por trascender esa duda metódica, y todo esto por mero apichonamiento. Vos sabés, imaginate, intentando escaparte de tu cuerpo porque cada espacio te parece un teatro...y el otro día se me pasó algo por la cabeza. Pensaba en la estructura de una representación teatral: escenario, personajes, acciones, conflicto, tiempo...y espectadores. Creo ser un desubicado. Donde tendría que asumirme como personaje me pongo en espectador, y está bien, desde allí puedo emitir juicios (muy críticos algunos), pero ¿a quién? Ya no queda personaje...

- Te sumis en introspecciones dentro de introspecciones, infinitamente. ¿A eso llaman neurosis? En parte no podés definir la puerta de entrada a tu espacio por tu incapacidad para definir las paredes. Siempre intuís un más allá al cual podrías acceder y entonces preferís no moverte, ahogas cualquier nacimiento por ser limitado. Si partimos de la base de que existe una piedra que te acecha, queda claro que aplicás demasiada energía en observar minuciosamente todo proceso comunicativo, tu posición es meramente de observación, alejada de cualquier toma de decisiones, políticamente nula. Parecería entonces ser un proceso estanco el de tu cuerpo, un charco sucio en el cual entran imágenes, observaciones, que transitan un vago proceso de descomposición hasta morirse ahí adentro, de donde nada sale vivo. Sos un criadero de dengue, hermano.

- Se puede ir a pasar el rato ahí... ¿Quién no aprecia en estos días el paisaje de la descomposición? Podría hablarte luego de lo que es el turismo mental. Ahora volviendo a lo concreto del caso, el paisaje resulta agotador, si bien por momentos puede satisfacer impulsos estéticos ligados a la descomposición y a cierto placer que ofrece la forma de lo extremo, esa definición tan indudable que siempre seduce por su ceguera. Pero encallar allí y terminar por mimetizarse con ese sentimiento nada tiene que ver con un placer estético, siquiera con un placer. Quien realmente se interna a vivir en esos terrenos transforma los caminos de la percepción, los disocia en una pulsión de muerte que siempre expresa desorden, ruptura moral, que deja incontables trozos de granito donde antes existía la unidad de la piedra.

- Claro, es un chapoteo invisible, puertas adentro. Pero es mentira. Fijate... ¿en qué te podes fijar? Me estas describiendo algo que nace al ser descripto, pero evidentemente no fue vivido. Está bien, te estás dejando en evidencia, mirá...callate un poco. Me venías hablando de vos y en un punto empezaste a agregarle a tus palabras una distancia retórica para alejarte del enunciado, asignándoselas a un tercero, que claro, ¡podrías! ser vos. Y ahí esta, el podrías ser. ¿Qué estas mirando? No es cierto que te estés reconociendo a mitad de camino, me contás eso para justificarte a vos mismo tu no accionar, como si admitirlo fuera algo. O en todo caso...ejercitá más la introspección en la introspección. Puede que te veas en la mitad de algún camino, pero seguramente de uno pequeño, irrelevante en relación al que lo abarca. Cuando logres ver ésto vas a ser consciente de que éstas descripciones no te liberan de nada.

- Siempre te estoy mintiendo, naturalmente. Es lo que hago, mi oficio, mi lugar en el lenguaje, qué otro lugar. Como si ahora te estuviera escuchando. ¿Vos pensás que ésto es un juego terapéutico de curación? ¿Un ida y vuelta que va pero no vuelve? Yo no sé donde te vivís, tu oratoria parece un plumero, viejo, intentas barrer con...Todo eso ya está muerto, ya está hecho, no puede volver a flotar. Intentas iluminar las cosas que se han hundido ¿las viste? Nunca nacieron más que en la posibilidad. ¿Por qué me decís lo mismo y no lo entendés? Nunca vivimos en carne propia la destrucción masiva de una catástrofe natural, pero eso es absolutamente irrelevante. Tampoco salimos del teatro porque nunca lo instauramos más que en mímicas; ésto es a veces un juego de imaginación, a veces un correteo para ver quién se anima a dar el primer paso...Pero vos seguís disimulando. Dejame empezar de nuevo, solo así puedo irme.

- Sos de terror ¿Por qué no nos insultamos mejor? Si...ya sé, me vas a decir que no me animo a agarrarme a trompadas. Ja, te dejás en evidencia otra vez, detrás de tu aplomo profesional y tu velocidad para yuxtaponer esferas de la existencia te pesan los pies como a nadie. Eso lo hace cualquiera, yo también. Y es que acepto que a mi también me pesan los pies y por eso estamos acá jugando a subir y bajar escalones. Pero a vos te enfurece que lo tome como un juego, vos te arrancarías los pies, no te gusta ser humano...No, perdón, te tomé demasiado en serio. En realidad ese es tu juego. ¡Porque es lo mismo, viejo! Estás jugando a demostrar que no jugás. Mirá si eso no es estar a mitad de camino. Es gracioso...por ahí tendríamos que agarrarnos a piñas.

- ¿"Por ahí tendríamos"? ¿Y yo me dejo en evidencia? Creo que las trompadas serían la forma de concluir con éste asunto, de hacer confluir todas las esferas, las capas, las posibilidades...todo eso en un único movimiento que exceda cualquier significado. Porque si yo te ofrezco y te he ofrecido que nos golpeemos es porque no encuentro una forma más pura de reconocernos en el juego mismo; nada tiene que ver con agredirse. Me atrevo a decir que es un asunto personal, es mi forma de ofrecerle mi cuerpo al lenguaje. Pero ofrecerlo sólo, sin ningún aditivo de significado, sin obtener ningún placer por hacerlo, sin ganar más que una simple acción. Y preferiría que no me respondas sobre esto. Que no lo discutamos ni me cuentes qué significa para vos pelearse. En ese caso tendríamos que hacer más de un round.

...

05 octubre, 2009

ladeaba grasa huntada en su pelo
con la delicadeza de un caballo

firmeza también, dos tacos picudos, sudor
la firmeza de una tapa de alcantarilla

no miraba de reojo sin mostrar el cogote
ni las aglutinadas cucarachas negras que pudrían
sus orejas nada más que en sus ojos
velando el sesgo de sus brazos peludos

alejándose aburrida -diciendo- no arqueó espalda ni culo ni-
"no hay círculo que se complete en linea recta" -ni en las axilas
-agrego yo- ni en un encarnado sentido del tránsito; camino recto
para escapar en derrames de ojos, en imágenes hacia otros ojos

                                                          donde ahogar
             la postura ingrávida en el espejo, el naciente
             asma insular en el cansancio, el mirar llano
             como nadie nunca

el cansancio de suplicar
que la vieran como bestia, primero
y entonces ya no la vieran.