27 diciembre, 2009

me encuentro tentao a erigir una voz experimentada
curtida en esos cayos del dia a dia
alrededor de vegetación palabrada de objetos
y de muertos que han dejado su legado opaco
todo eso como si yo fuera algún oso de pelo grueso
rugiendo cantos, coronas para reparar oídos
en el círculo desos señores acuchillados en las manos
que vierten amenazas en zig zag, los cuchillos
son las rimas gozando el ya saben qué
como machos borgeanos o simples derivas tetrabrick
donde un colgado, tropezones, tal vez algo más
o no, velas de alcohol curvas y mozos que cuentan
el chiste de la otra noche
como si no lo hubieran escuchado esa misma noche
de sus propias bocas hace ya varios dias
y entonces el duelo, palabra contra facón
hombría contra pechito deshuesado
la grasa chorrea frágil de las paredes en
ese sudor colectivo
la muchedumbre entona una estrofa canibal
pero no muerde, no porque sabe del inminente repiqueteo de zapatos
en la huida no muy puntual, quizás la del cobarde
o la de la sangre o la de los puntos suspensivos que dilatan
el oprobio popular, el grito obvio y necesario
tras una huella tibia sin color ni lugar
se humedecen los dedos, todas las yemas son un grito atragantado
que a tajadas pinta el todo acalorado
el cocinero prepara salsa de caparazones y
no hace falta revolver
condimenta a gusto, se mancha el mentón al probar pero se hunde
hasta los ojos en esa espesura salada
sin importarle su cuerpo rojo chorreando sabor, y corren
porque anidó en el centro del ring, como si naciera del cuchillazo
aunque no quisiera esta voz delatar el chorro creciente
y hacerlo cada vez más solido
como ese pequeño edificio que trazan los pies de aquí
para allá fingiendo una desesperación bajo la música del Oh
duelo que sigue las formas pautadas
porque a las 4 sale el ómnibus del puerto y no sea cosa que
y la pasta que hace el tano Mateo
de eso hablaban hace un rato ante la ventana
sabiendo que el duelo era cuestión de minutos
como ahora yo me rodeo de palabras sobre voces ante el mismo vidrio
en el que hace unos minutos
y la vereda en todo esto no es más que un rincón olvidado
hasta que el aire nos devuelve desde el otro lado de la puerta
a la idea de que el duelo esta en la respiración
y entonces mi voz es la del pensamiento tardío
la del hombre que se hace preguntas después de tajado
sobre la causa anterior, pero también sobre el nuevo corte
y ese universo con nuevas densidades, temperaturas, cocineros
caparazones, sólidos, con pies, chorreando desde el puerto
del vientre, y será cuestión de minutos nomás...
nos quedamos mirando
cómo irrumpe esa cavidad bien roja en la que cabe una mano
escupe su brillo como volcán
y nos quedamos mirando
esa mano que puede abrazar puñales
voces que alimentan un eco de mentiras
rincones visibles inocultables
un borracho desde su voz y su recoveco
en mímesis preguntaba
si alguien puede reglamentar los ojos
y aunque sea mentira nos quedamos mirando.

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