24 diciembre, 2008

Hermitaños envueltos de mesa, se presentan ante el pan y ante el vino con la pausa apática de los años anteriores. Aquellos años de sol. Han llegado solos, nunca tan observados, al umbral del alimento crudo. Los ojos del pan y del vino, como instituciones, legados de una triple frontera hacia el agua bendita, un perno de agua. “Camaradas” – nadie. “Tomad algo de pan”. La mesa, y solo el vino, junto al pan. El mantel alisado de ademanes, sediento de migas y sangre derramada de las lenguas, se conforma con absorber el calor de su piel tapizada. “Bebed vino, camarada”. Emborrachar al mudo, su silla no tiene respaldo. La lampara incendia las superficies y cocina las carnes.